A medida que te atravesaba blandiendo el estandarte de mi amor por ti, te transformabas en un territorio cada vez más extenso, más bello, más apacible.
Pero en unos días que no consigo desterrar de mi memoria comencé a ver cómo se acercaban las tardes, los crespúsculos listos para abalanzarse sobre mí, sin compasión, sin miramientos, y no pude soportar sus embates sobre mis afligidas espaldas...
El mensaje que preparaban para mí contenía el duro golpe de nuestra separación. Otro viaje, otra vez el mezquino equipaje alejándome nuevamente miles de kilómetros de ti, con el dolor de dejarte, en total contradicción a mis deseos.
Pretendiendo que hacia lo correcto, aun sabiendo que no es lo que quiero. Dejándome llevar por el oleaje que siempre me dominó. Pensando que era lo mejor para mis seres amados, pero lo peor para mi.